Miel versus azúcar, ¿cuál es la diferencia?

Miel versus azúcar, ¿cuál es la diferencia?

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La miel gana en nutrientes comparada con el azúcar blanco.

Sustituir o cambiar el azúcar por la miel es una buena medida dietética y que supone un valor añadido para nuestra salud. Si bien es verdad que el contenido calórico del azúcar y de la miel es prácticamente el mismo, la segunda incluye pequeñas proporciones de varios micronutrientes con efectos beneficiosos para la salud.

Contiene un 80 por ciento de azúcar en forma de fructosa, pero es mucho más que eso. Por el contrario, el azúcar común contiene de forma exclusiva un solo glúcido: la sacarosa. Su importancia nutricional es puramente calórica. Es decir, es un alimento que sólo aporta calorías vacías.

El contenido en agua de la miel es mayor que en el azúcar refinado y por esta razón, a igual cantidad, el valor calórico de la miel es inferior al del azúcar. Por 100 gramos de producto, la miel aporta 300 calorías, contra 400 del azúcar.

Por otra parte, la miel posee proporciones pequeñas de varios micronutrientes: aminoácidos esenciales, ácidos orgánicos, minerales -azufre, hierro, calcio, potasio, fósforo, magnesio, cobre, manganeso- y vitaminas -C y del grupo B-. Además se le atribuyen propiedades antibióticas, antiinflamatorias y desinfectantes procedentes de las plantas empleadas por las abejas en su elaboración.

La miel, en pequeñas dosis, previene problemas de alergia

Tomar todos los días una cucharadita ayuda a cuidarnos de posibles problemas de alergia, ya que podría actuar a modo de vacuna.
Si bien resulta efectiva para preservarnos de esta enfermedad, varios expertos en nutrición alertan que para personas con problemas de alergia al polen, en especial los niños, su ingesta puede desencadenar una crisis asmática debido a que contiene proporciones variables de polen, esporas, hongos, algas microscópicas, hongos e incluso sustancias tóxicas de plantas.

Fórmulas de belleza para cutis y cuerpo

Más allá de su dulce sabor, del innegable placer de saborearla untada sobre un trozo de pan recién tostado o agregada como edulcorante en jugos y bebidas, por sus propiedades medicinales y cosméticas, la miel puede utilizarse de diversas formas.
Es la estrella protagónica de centenares de remedios caseros, recetados para aliviar y prevenir toda clase de males, desde artritis y fiebre hasta un excesivo deseo sexual.

Sus propiedades cicatrizantes y humectantes la convierten en el ingrediente número uno de cremas y ungüentos para la piel:

  1. Diluida en leche tibia es una excelente loción que se aplica en el rostro y el cuerpo.
  2. Mezclada con yema de huevo y unas gotas de aceite de almendras ­para cutis secos­ o jugo de limón ­para cutis grasos­ es una excelente mascarilla limpiadora y preventiva de las arrugas.
  3. Fusionada con una infusión de berros, sirve para atenuar las manchas en la piel.
  4. Combinada con glicerina y jugo de limón ayuda a aliviar irritaciones y quemaduras causadas por la insolación.

No suministre miel a los más pequeños

Al igual que otros endulzantes, puede ser también extremadamente peligrosa para los bebés. Esto se debe a que al mezclarse con los jugos digestivos no ácidos del niño se crea un ambiente ideal para el crecimiento de las esporas Clostridium botulinum, que producen toxinas.
Las esporas del botulismo son de las pocas bacterias que sobreviven en la miel, pero se encuentran también ampliamente presentes en el medio ambiente. Aunque dichas esporas son inofensivas para los adultos, debido a su acidez estomacal, el sistema digestivo de los niños pequeños no se halla lo suficientemente desarrollado para destruirlas, por lo que las esporas pueden potencialmente causar botulismo infantil. Por esta razón se aconseja no alimentar con miel ni ningún otro endulzante a niños menores de 18 meses.

El origen del azúcar y la miel

El azúcar no era conocida en la antigüedad.  Este dato se deduce de qué ninguno de los libros de aquel entonces la menciona. Los profetas sólo consignan determinados hechos sobre la caña de azúcar, un raro y caro lujo importado de tierras lejanas.

Se atribuye al imperio persa la investigación y el desarrollo del proceso que solidificó y refinó el jugo de la caña, conservándolo sin fermentación para posibilitar su transporte y comercio. Esto ocurrió poco después del año 600 de nuestra era y desde allí comenzó a usarse como medicina. En esa época, un trocito de azúcar era considerado como una extraña y preciada droga. La llamaban “Sal India” o “miel sin abejas” y se importaban pequeñas cantidades a un gran costo. Heródoto la conocía como miel manufacturada y Plinio como miel de caña.

La miel tiene sus cualidades reconocidas y utilizadas desde tiempos remotos.
Como alimento y para endulzar naturalmente con poder dos veces mayor que el azúcar de caña.

Existen diversas referencias históricas a esta sustancia. Muchos pueblos, como los antiguos egipcios o los griegos, se referían a ella como un producto sagrado, llegando a servir como forma de pagar los impuestos. En excavaciones egipcias con más de 3.000 años fueron encontradas muestras de miel perfectamente conservadas en vasijas ligeramente tapadas. También existen registros prehistóricos en pinturas rupestres de su utilización.

Son conocidas diversas variedades de miel que dependen de la flor utilizada como fuente de néctar y del tipo de abeja que la produjo, pero como éstas la fabrican una cantidad cerca de tres veces superior de lo que necesitan para sobrevivir, siempre fue posible, primeramente, recogerse el exceso de ésta para el ser humano y más tarde realizarse la domesticación de las abejas para el fin específico de obtener su miel, técnica conocida como Apicultura.

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